Quien mira hacia afuera, duerme y quien mira hacia adentro, despierta.
Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma. Aquello a lo que te resistes, persiste.
La cosa más aterradora es aceptarse a sí mismo por completo.
La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.
Todo depende de cómo vemos las cosas, y no de la forma en que son en sí mismas.
Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos.
Cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta.
Hasta que no te hagas consciente de lo que llevas en tu inconsciente, éste último dirigirá tu vida y tú le llamarás destino.
Quien mira hacia afuera, duerme y quien mira hacia adentro, despierta.
Esta frase como representación del mensaje principal de Jung: un profundo autoconocimiento es fundamental para el bienestar y el equilibrio personal.
Vivimos en una sociedad que nos hace mirar constantemente hacia fuera, buscando la felicidad y las respuestas a nuestras preguntas en lo externo (en los demás, la pareja, el dinero, el trabajo, el estatus, las posesiones materiales…).
En esta frase, Jung apela a la responsabilidad que cada uno tenemos sobre nuestra vida y nos dice que la diferencia entre conocernos o no, y entre buscar nuestras respuestas fuera o hacerlo en nuestro interior es tan grande, como la que hay entre dormir o estar despiertos.
Todos nacemos originales y nacemos copias.
Cuando somos niños estamos más cerca de nuestra verdadera esencia y nos manifestamos como realmente somos, pero a medida que vamos creciendo nos vemos condicionados por nuestro entorno. La educación que recibimos, las normas sociales y las creencias que heredamos hacen que nos adaptemos a los demás para evitar problemas y sentirnos queridos.
Aunque en este proceso haya una parte positiva de crecimiento y convivencia, nuestra autenticidad se va resintiendo y acabamos amoldándonos a unas normas sociales que de alguna manera nos uniformizan y reprimen partes de nuestro ser.
Hasta la vida más feliz no se puede medir sin unos momentos de oscuridad, y la palabra feliz perdería todo sentido si no estuviese equilibrada por la tristeza.
¿Cómo saber cuándo me siento feliz si no conozco la tristeza? Para poder apreciar los distintos matices de la vida es necesario perder el miedo a sentir las emociones menos agradables y empezar a verlas como lo que son: estados naturales, útiles y necesarios.
En relación a esta frase, Jung también decía: «La gente va a hacer cualquier cosa, no importa lo absurda que sea, para evitar hacer frente a sus propias almas». Buscamos varitas mágicas que nos hagan felices en un abrir y cerrar de ojos, hacemos “terapias” que prometen la felicidad en un fin de semana, la buscamos a través de objetos o personas… huimos de lo desagradable y queremos ser felices de manera fácil, barata, rápida, indolora y sin mucho esfuerzo, pero cualquier atajo que pretenda evitar la realidad de la vida se convierte en una opción poco sana y algo inmadura.
Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma. Aquello a lo que te resistes, persiste.
Hemos unido dos de las frases más célebres de Carl Jung, que se centran en otro de los puntos principales de su mensaje: la aceptación. Existe la creencia de que la negación de algo hará que esto desaparezca, por lo que nos pasamos la vida negando algunas de nuestras emociones, actitudes, circunstancias, deseos, rasgos propios, etc… La negación no sólo no hace desaparecer algo, sino que produce el efecto contrario: potencia aquello que nos negamos a aceptar y nos encadena a una lucha absurda contra la realidad.
Paradójicamente, la transformación sólo se puede dar a partir de la aceptación: solamente podemos actuar sobre algo si previamente lo aceptamos, si nos hacemos cargo. Es importante no confundir resignación con aceptación: aceptar es una postura activa que implica responsabilizarnos, dejar de luchar contra lo que no podemos cambiar y ver de qué posibilidades disponemos para vivirlo de la mejor manera posible.
La cosa más aterradora es aceptarse a sí mismo por completo.
Todos tenemos un lado luminoso y otro oscuro, al que Jung llamaba sombra. La sombra está formada por todos aquellos elementos menos sanos o que vivimos como desagradables: inseguridades, frustraciones, miedo, culpa, agresividad, características y reacciones neuróticas, etc… (lo que en terapia Gestalt llamamos ego), y que normalmente permanecen en el ámbito de lo inconsciente hasta que nos trabajamos a nivel profundo.
Por regla general aceptamos y mostramos abiertamente nuestro «lado bueno», pero rechazamos, reprimimos y ocultamos el que consideramos «malo». Tomar conciencia y aceptar ambos nos librará del malestar y del agotador esfuerzo que supone tratar de ser distintos a como realmente somos. En línea con la frase número 3, el camino hacia el equilibrio pasa por la aceptación de nuestro ser al completo. Hacernos cargo de lo nuestro hará que podamos empezar a ocuparnos de ello.
El conocimiento de tu propia oscuridad es el mejor método para hacer frente a las tinieblas de otras personas.
El trabajo personal sobre uno mismo también ayuda a comprender y empatizar con los demás. Desde la aceptación y el trabajo de mis partes desconocidas o menos agradables, podré ver de otra manera a las personas que me rodean y relacionarme con ellas de forma más sana. Por otro lado y desde la perspectiva de la profesión terapéutica, el hecho de haber realizado un trabajo personal profundo resulta imprescindible para poder acompañar a otras personas en ese mismo camino. Sólo cuando nos hemos enfrentado a nuestras propias tinieblas podemos tener la autoridad y el conocimiento necesarios para ofrecer ayuda a aquellos que inician el mismo proceso.
La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.
En esta frase, Carl Jung nos habla de todas las cosas que no nos permitimos y que por lo tanto dejamos de experimentar. Miedo, vergüenza, cumplir con expectativas ajenas o convenciones sociales, no atender nuestras verdaderas necesidades, no expresar lo que sentimos, inhibiciones… son las actitudes causantes de que reprimamos nuestros auténticos deseos y necesidades.
La vida no vivida, por lo tanto, es la que realmente deseamos o necesitamos pero que por todas las razones anteriores no nos dejamos vivir, causándonos frustración, arrepentimiento y dolor. Las últimas palabras de Carl Jung en su lecho de muerte fueron: «¡Qué maravilla, qué maravilla!«. Se cree que Jung se refería a la vida que acababa, en su caso parece ser que este gran psicólogo se encargó de no tener que arrepentirse de una «vida no vivida».
Todo depende de cómo vemos las cosas, y no de la forma en que son en sí mismas.
Sólo podemos percibir las cosas a través de nuestra propia mirada, en la que inevitablemente influyen nuestras vivencias, deseos, creencias, miedos, educación, emociones, etc… Dicho de otra manera: cada uno de nosotros lleva unas «gafas de ver el mundo», un filtro personal e intransferible con las que interpreta la realidad a su manera.
Para el/la que tiene una visión trágica del mundo todo es dolor y sufrimiento, para el/la que está siempre a la defensiva, todo es amenazante o agresivo… Allá donde miramos nos vemos a nosotros mismos puesto que proyectamos lo propio en todo aquello que observamos. Tomar conciencia de ello es clave para poder apartar las interpretaciones erróneas y las proyecciones que dificultan nuestras relaciones y bienestar.
Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos.
En línea con la anterior, podemos ver en esta frase de Carl Jung una nueva referencia a la proyección. Teniendo en cuenta que proyectar es ver lo propio en el exterior, a través de nuestras «gafas de ver el mundo» también proyectamos lo nuestro sobre las personas que nos rodean.
La pregunta a hacernos en este caso es: ¿qué tiene que ver conmigo eso que me molesta del/la otro?
A lo mejor no me doy permiso para hacer lo mismo y por eso me molesta, quizás veo cosas en ti que rechazo de mí mismo, puede que crea que necesita lo que en realidad necesito yo, o que siente emociones que me pertenecen a mí… En cualquier caso, ver lo que nos molesta de los demás nos permite mirarnos más profundamente y descubrir algo nuevo sobre nuestra manera de ser.
La depresión es como una señora de negro. Si llega no la expulses, más bien invítala como una comensal en la mesa, y escucha lo que te tiene que decir.
Por regla general nos esforzamos en eliminar el síntoma lo más rápidamente posible sin preocuparnos en escuchar cuál es su mensaje. Como sucede por ejemplo con la ansiedad, el estrés, el insomnio u otros problemas de carácter emocional, psicológico y también físico, la gran mayoría de veces la depresión es el síntoma, la señal de que hay algo que debe ser revisado, como la fiebre que aparece en una infección.
Un síntoma no se presenta sin motivo, sino que cumple una función, está respondiendo a algo que sucede en nuestro interior. Si nos limitamos a eliminarlo porque nos resulta molesto, no podemos desvelar su origen ni llegar a un entendimiento (ni sanación) en un nivel profundo. Un trabajo terapéutico serio no se limita a eliminar malestares sin interesarse por el mensaje que éstos están tratando de revelar.
No debemos pretender comprender el mundo sólo por el intelecto, pues es sólo parte de la verdad. La psique humana vive en unión indisoluble con el cuerpo, y tampoco puede haber transformación sin tener en cuenta las emociones.
A nivel social, cultural y educacional se potencia y valora el plano intelectual, dejando de lado otros aspectos igualmente importantes como son los niveles emocional y corporal. Siguiendo esta línea muchos enfoques psicológicos se han centrado en la parte racional, aunque nuestros tres centros principales (cuerpo, mente y emociones) se relacionan y afectan de forma constante.
Pretender comprender el mundo o a uno mismo sólo a partir del intelecto, pues, nos da una visión sesgada e incompleta. Jung nos enseña que sólo a partir del trabajo en los tres niveles se puede dar una transformación profunda. Actualmente se ha demostrado, además, que las emociones y las experiencias vividas en primera persona juegan un papel esencial a la hora de aprender y de trabajar aspectos personales
Cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se
impone, el amor falta.
En esta frase Jung habla de la contraposición entre amor y poder y nos recuerda que una relación sana se establece a partir de la igualdad. La necesidad de imponerse suele responder a una falta de amor y ser resultado de miedos e inseguridades.
El control y la necesidad de poder en una relación induce al desequilibrio y a que al menos una de las partes no tenga espacio ni libertad suficiente, hecho que irremediablemente daña tanto a la parte oprimida como a la pareja.
Hasta que no te hagas consciente de lo que llevas en tu inconsciente, éste último dirigirá tu vida y tú le llamarás destino
Todos y cada uno de nosotros tenemos aspectos que ignoramos y que, sin saberlo, marcan nuestras elecciones, actitudes y contenido mental. Aunque obviamente el mayor impedimento para liberarnos de pensamientos, emociones y actitudes menos sanas son nuestros aspectos inconscientes negativos, en este plano desconocido también hay recursos y elementos positivos que, cuando salen a la luz, nos pueden ayudar en nuestro camino hacia el bienestar.
Hasta que no nos demos cuenta de cómo nuestro inconsciente dirige nuestras vidas, a esta programación invisible la llamamos “personalidad”. “Destino”o “libertad de elección”. En esta entrevista al máximo representante actual de la terapia Gestalt, Claudio Naranjo dice: «Conocerse a sí mismo es conocer al falso ser, a ese idiota que llevamos dentro que constantemente nos hace sufrir. Cuando uno logra verlo, está comenzando a hacerse sabio. Es sanador tomar conciencia de la agresividad inconsciente, del dolor inconsciente, del miedo inconsciente.” Darse cuenta de lo propio es el primer e imprescindible paso para empezar a despertar a nuestro verdadero «yo» y a ser realmente los directores de nuestras vidas.
Jung nos invita a despertar, hacernos conscientes de cómo realmente somos y explorar la zona oculta de nuestro iceberg personal. Conocernos para poder trabajar nuestra parte más oscura, aceptarnos y ocuparnos de nuestra vida. Vivir plenamente y desde la autenticidad. Respetarnos, respetar, y permanecer en el camino del autoconocimiento.
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